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19 ene 2010

El perdón de una guerra


La petición de perdón hecha por el presidente Mauricio Funes, a nombre del Estado de El Salvador, levantó –como era de esperarse– las ronchas respectivas.
Algunos personajes de la derecha fueron desde lo más ilógico –como preguntar por qué no pidió perdón por la guerrilla, cuando Funes no puede hacerlo, ya que ni fue comandante guerrillero ni representa a la extinta guerrilla–, hasta restar importancia a dicha petición, argumentando que los que cometieron los crímenes no fueron el Estado ni el gobierno, sino los cuerpos de seguridad y las Fuerzas Armadas.
El argumento de que la guerrilla llevó a cabo tantos crímenes como los anteriormente mencionados, es una tesis que ya no tiene validez, sobre todo después de que el informe de la Comisión de la Verdad (1992-1993) afirmara que el 95% de las denuncias por crímenes cometidos durante la guerra fueron en contra de las instituciones de gobierno y los entes de seguridad, y tan sólo el 5% de éstas fueron interpuestas por actos cometidos por la guerrilla.
Afirmar, como dijo Calderón Sol –expresidente de la derecha arenera– que la petición de perdón “es un error, porque no era el Estado el que cometía la tragedia, ni el que hizo la tragedia, el que hizo la tragedia fueron los actores, la guerrilla sangrienta que golpeó al país”, es un insulto para todos los salvadoreños que, durante más de doce años fuimos sometidos a un aparato de propaganda que no permitía ver las cosas con claridad y cuya finalidad principal era hacernos creer que muchos de los crímenes eran responsabilidad de la guerrilla. Traigo a colación como ejemplo, la muerte de los Jesuitas de la UCA.
Cristiani, sin embargo, quien nunca deja de maravillarme con sus reacciones y que a veces se muestra como hombre mesurado (otras no), afirmó que había sido acertada la actitud de Funes y que él también había pedido perdón en su momento por los abusos y crímenes cometidos por el Estado, nada más que ya nadie se acordaba. Y aquí sí que tendré que revisar la historia, porque sinceramente yo no me acuerdo tampoco.
Creo que la actitud de Funes es la que tarde o temprano debía tomar el presidente de un país que tanto ha sufrido por una guerra, en la cual el Estado puso una cuota inmensa de represión, violencia y sangre.
Funes no está actuando como un héroe, ni como un mandatario excepcional, sino como es la usanza en casos de guerra civil. Si ha causado polémica en El Salvador, es simplemente porque jamás habíamos tenido la oportunidad de ver algo semejante en nuestro país. El perdón solicitado por Funes no sólo busca reivindicar a las víctimas que ya nadie recuerda, sino que también es una promesa, a nombre del Estado, de que la historia no volverá a repetirse.
Sánchez Cerén, por su parte, también ha pedido perdón a nombre de la guerrilla. “A todo el pueblo salvadoreño afectado por nuestras acciones militares, el FMLN les pide perdón”, dijo. Y la medida también me parece atinada, porque tampoco podemos obviar que el FMLN puso, a su vez, su cuota de locura en esta guerra, causando daño a civiles que nada tenían que ver con la guerra.
Creo yo pues, que la hora de dejar de justificarnos y de descalificar ha llegado. Creo también que la posguerra va dejando atrás la incapacidad para converger en un pacto nacional en el que todos encontremos un lugar para ser y para encontrar la forma de recomenzar la historia patria. Pero una herida no puede sanar si no existe la intención verdadera de no volverla a abrir. Y aunque el perdón no implica borrón y cuenta nueva, sí conlleva el reconocimiento del dolor del otro y el deseo de que éste no se repita.
Al leer el discurso de Funes pensaba, que de verdad nunca creí que llegaría a escuchar de la boca de un presidente salvadoreño el perdón que todos necesitábamos. Unos por haber participado, otros por haber sido víctimas, y otros –los más– por haber permanecido indiferentes ante tanto sufrimiento ajeno.

3 ene 2010

Herta Müller y el inicio de otro año

Y comenzó el año. Muy nublado eso sí. No pude entonces dejar de pensar en el desbarajuste climático en que estamos viviendo. Desde hacía mucho oíamos hablar de que el planeta se iba a acabar, de que había que cuidar a la “madre tierra”, etc. Pero creo que jamás pensamos que sería cierto ni que sería tan pronto. Pero es que el descuido en que hemos caído ha sido garrafal. Creímos que íbamos a poder utilizar bolsas, envases y demás objetos contaminantes, sin que esto resultara en un daño. O peor aún, creímos que el daño “no se notaría”. Y se notó. Ahí tenemos el Lago de Atitlán que es un horrendo grito del ecosistema. Y es que ahora que iba de Panamá a Guadalajara, vi por la ventana un lago que según mis cálculos debía ser Atitlán. Lo que me llamó la atención es que el lago que veía tenía una isla al centro, y hasta donde yo recordaba Ati carecía de una. Luego observé mejor y me di cuenta de que la isla no era tal, sino la famosa cianobacteria que se acumuló al centro del lago y da la idea de tierra seca.
Por otro lado, me acabo de desayunar todos los periódicos atrasados y los del día. Veo que el mundo sigue igual, que los muertos se siguen muriendo (o los siguen matando), que la pobreza y la desigualdad no cambió en nada con el año nuevo y que aún nos seguimos jactando del avance y el progreso de nuestros países respectivos, cuando tal desarrollo no es más que cosmético y alcanza tan sólo a las principales ciudades y a algunas personas.
De taco de ojo –eso sí– me regalé el libro “Un rincón mágico” (1994) del Banco Agrícola, en el cual se mostraron en su momento las mejores fotografías aéreas que los salvadoreños hayamos visto de nuestro país. Un país que hasta 1992 estuvo en guerra, y que por lo mismo, no pudimos visitar con facilidad. Yo recuerdo la primera vez que vi estas fotos. Simplemente no lo podía creer. Para mí era impresionante que El Salvador tuviera esas costas, esas bocanas, ríos, lagos, bósques, etc. y que yo no las hubiera (haya hasta la fecha) visto. Por eso me lo compré en esta Navidad, porque son las fotos de El Salvador que yo conocí: sin tanto centro comercial, sin tantas calles nuevas, sin tantos pasos a desnivel ni edificios. Una ciudad más bien ochentera, pero que fue la que se quedó guardada en mi imaginario capitalino.
De recomendación de año nuevo: léanse el discurso de aceptación del Nobel de Herta Müller. La mujer que, no sólo tiene ideas brillantes, proyecta unas imágenes que casi parecen película. Ya me hice de dos ejemplares de su obra: compré uno y Hilma me regaló el otro, así que, en cuanto los haya leído, se los comentaré. Por ahorita, me quedo con sus memorias sobre la libertad.

25 sept 2009

Romero: La película


Monseñor Romero se siente tan lejano y tan cercano, a la vez. Lejano, tomando en cuenta que su muerte ocurrió hace ya casi tres décadas. Cercano porque siempre ha estado ahí. Ha formado parte del “imaginario colectivo” salvadoreño.
Por diversas razones, entre otras una necesidad de recuperación de “mi” memoria histórica, estoy buscando formas de acercamiento a él. No como el político (que sí lo fue de algún modo), ni como el arzobispo, ni como el “santo” que tantos proponen, sino como el hombre angustiado que debió tener una terrible crisis de fe y de vida. Un hombre atrapado entre las clases a las que tradicionalmente había servido la Iglesia católica, de la cual él era la cabeza, y su “deber ser”.
Entre búsqueda y búsqueda me encontré en Youtube con la película “Romero”, que John Duigan dirigiera en 1989, y para cuyo papel protagónico eligieron a Raúl Julia, un autor puertorriqueño que durante su vida recibió muy buenas críticas por su actuación en películas como “Havana”, “The Addams Family” o “Tequila Sunrise”. (Pueden ver la película completa aquí.)
Evidentemente lo mejor de toda la obra (aparte de la buena actuación de Julia) es el guión, en el que John Secret Young (productor y guionista) puso mucho empeño en reflejar la realidad y las causas que explican las posturas tomadas por Monseñor Romero.
Creo que no se trata de una película sesgada, sino más bien realista y bien informada.
Contiene imágenes fuertes, para otros, pero que para nosotros, los que vivimos la guerra, fueron la cotidianeidad durante más de doce años que duró la crisis.
Pienso que es una película que debería haber sido mucho más comentada en nuestro país. Aunque comprendo que, dado que El Salvador aún vive en la indefinición histórica y en una especie de negación y explicación fácil del pasado, esta obra aún pueda levantar resquemores y furia en alguno de los sectores que en ella se ven reflejados.
Vale la pena verla, sin lugar a dudas, e intentar encontrar en Oscar Arnulfo Romero no ya el santo, el mártir, el cura “polítizado”, sino al hombre que en un momento dado decidió que había necesidad de un cambio en nuestro país y, con la valentía que, ahora sí, sólo la fe en algo puede dar, decidió convertirse en un “ajusticiado” más, con la diferencia que su muerte sí puede ser considerada como uno de los pilares más importantes de los pequeños cambios que El Salvador ha experimentado durante las últimas tres décadas.

18 sept 2009

Los 1os 100 días de Funes y contando

Los famosos 100 días de Funes transcurrieron como si nada. Esperados por todos (por sus seguidores para ver qué tantos cambios haría, y por sus detractores porque sabían que en 100 días no es posible hacer mayor cosa), fueron la comidilla de los medios.
Me contaron que, para poderlo contar entre sus obras, el Presidente colocó la primera piedra del futuro hospital de maternidad, cuyos trabajos no comienzan ni por cerca, porque ni planos hay del edificio.
Dicen también que el mismo Funes, al ser cuestionado por sus avances en estos primeros 100 días dijo que no se explicaba quién diablos se había inventado lo de los 100 días famosos, que era lógico pensar que en tan poco tiempo nada se hubiera concretado aún.
Dicen también que los periódicos salvadoreños le respondieron sacando notas sobre la historia de los famososo “100 días”, que según dicen fueron invento de Roosevelt.
Lo cierto es que 100 días son muy pocos si los comparamos con los 20 años que Arena estuvo en el gobierno.
Temas como la seguridad no se resuelven tan fácilmente, sobre todo, si se tiene conciencia de que sus raíces son profundas —¡profundísimas!—, y que las medidas a tomar han de llevar la misma cantidad de tiempo, si es que no más, para comenzar a hacer sus efectos.
Mientras tanto, a Arena y a Alfredo Cristiani —que luego de la derrota reapareció con nuevos brillos y con una rabia que antes no se le había visto— le ha resultado muy fácil levantar una crítica (no oposición) constante, que más que bien le hace mal a nuestro ya jodido El Salvador.
100 días es muy poco además para saber cómo habrá de ser el gobierno de Funes. Eso sólo lo podremos juzgar cuando en el 2014 entregue la presidencia a otro u otra, ojalá elegido/a democráticamente, y nos podamos plantear de forma objetiva sus méritos y sus fracasos.
Algunos creen que, luego del mandato de Funes, Arena vuelve al poder. Que porque la gente ya está arrepentida de haber votado por estos que son peores que los anteriores.
Sin embargo, aunque así fuera, no importa. El intento se hizo. Se está haciendo. Los salvadoreños querían (y tenían además todo el derecho) de ver cómo era la vida sin papás dominantes/sabelotodos que les dijeran lo que debían y no debían decir y hacer. Que si fue un error que los salvadoreños eligieran a Funes, pues se sabrá más adelante.
Hoy por hoy, El Salvador está viviendo por vez primera su adultez, la que conlleva responsabilidades y afrontar consecuencias por los actos.
El salvadoreño ya no quería que le dijeran que hacer, y que todavía le restregaran en la cara que si las cosas no salían según lo esperado, era porque no había puesto de su parte (la libre competencia, claro, donde nada es responsabilidad del Estado (menos del gobierno) y todo es culpa del ciudadano de a pié).
En fin que 100 días no son en lo más mínimo representativos de los 20 años de gobierno arenero. Ni tampoco alcanzan para deshacer el entuerto de una empresa que durante todo ese tiempo estuvo diseñada para parecer que funcionaba y para disimular, acompañada de un aparataje periodístico y de partido, cuando alguna pieza se quebraba o algún fusible se fundía.
Démosle pues a Funes los otros cuatro años con 265 días que le faltan, y entonces, al menos, habremos abarcado la cuarta parte de la posguerra. Una posguerra marcada por la intransigencia, la polarización y sobre todo, la incapacidad de un partido de reconocer que toda situación perjudicial para el país, fue creada por ellos y que seguirá siendo su responsabilidad —al menos en parte— hasta por lo menos de aquí a veinte o treinta años. En cuanto a Funes, pues ya veremos qué pasa. Hoy día, aún es digno de gozar del beneficio de la duda... hasta que no se pruebe lo contrario, claro está.

6 sept 2009

Sobre mis días en Mario´s, la PDDH y mi primer libro clandestino


Era el año de 1997. Había probado suerte en un par de bufetes y había resultado ser un fiasco. Mi vida de estudiante de derecho sencillamente no iba bien con la escasez de tiempo y las clases en la Universidad José Simeón Cañas, que comenzaban a las 7 am. —la 1ª— y terminaban a las 9 pm. —la última— con intermedio de trabajo de 8 a 4.30 pm., y con continuidad de repaso de cuadernos, textos y apuntes (mismo que podía prolongarse hasta las 2 o 3 de la madrugada) después. Pero eran otros tiempos, claro. Yo tenía veintitrés años y mi cuerpo reaccionaba aún para asistir a fiestas o a Mario´s los viernes por la noche.
Fue entonces, por esos días de locura, en que el entonces Secretario General de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (recién inaugurada en El Salvador, tras los acuerdos de Paz) me invitó a laborar en dicha institución. Yo sacaba buenas notas en su clase, así que fue cosa de pasar papeleos e ingresar.
Si la UCA había sido para mí todo un cambio de estándares (en todo sentido), la PDDH fue todo un cambio de mundo y cosmovisión. Fue ahí donde me ofrecieron la lectura de un “libro clandestino”, que debía leer sin hacer mayor comentario y devolver en menos de ocho días. Lo miré, sopesé y vi que no era extenso, así que tal cual, prometí cumplir con todos los requisitos.
El libro era “El asco”, de Horacio Castellanos Moya, un autor para mí desconocido por aquel entonces, y del que luego me haría gran aficionada. En dicha obra descubrí verdades asquerosas, cosas que se murmuraban en un país que recién suturaba sus heridas de guerra y apenas se animaba a alzar la voz para llamar las cosas por su nombre.
Lamentablemente, en parte por la promesa y en parte por la falta de alero, jamás pude comentarlo con nadie. Lo leí de un tirón, me sorprendí ante cosas que eran evidentes y dudé de otras que yo, francamente, desconocía y que con mucho temor incluí en mi bagaje de “cosas que hay que saber sobre tu país”.
Luego vendrían otras obras. Baile con serpientes —del que desde su lectura tengo pendiente una reseña— es aún mi favorito. Y hasta la fecha, no dejo de sorprenderme con la velocidad, la ironía, la lucidez y el realismo de este autor, de quien hoy vengo a recomendarles la lectura de una entrevista que la argentina Lilian Fernández Hall le hiciera en Estocolmo. Pueden leer la versión publicada en el periódico La Hora de Guatemala.
Yo, para mientras, tomaré por cuarta vez “El asco”, para reírme un poco y para dolerme otro tanto de mi país, al que quiero y no quiero, por pura antipatriótica que soy.
Aclaración necesaria: Sacando cuentas, sumida hoy en el tráfico horrendo de la ciudad de Guatemala, me di cuenta que cuando yo trabajé en la PDDH (1994-1997, aprox.) la Procuradora era la Dra. Victoria Marina Velásquez de Avilés, hoy Magistrada de la CSJ, si no estoy mal informada. Es decir, que no era la 1ª administración de dicha institución, que se creó con los Acuerdos de Paz, sino la 2ª.

23 ago 2009

Del "Minimum vital" a la violencia absoluta: Alberto Masferrer "reloaded"



Cuando Alberto Masferrer (Usulután, 1868-1932) escribió “El mínimum vital” (1929), El Salvador atravesaba por una crisis derivada de la gran depresión económica que resquebrajaba la economía estadounidense y que había hecho caer los precios del café (principal producto de exportación de El Salvador).
Derivado de ello, miles de campesinos se vieron obligados a ganar salarios de hambre, en el mejor de los casos. El resto, sucumbía al hambre, la pobreza y las enfermedades.
Para Masferrer había llegado la hora de que el hombre hiciera una nueva alianza, una nueva forma de hermandad. Ya no era posible aceptar “dolorosas e irrazonables exageraciones” como doctrinas salvadoreñas. El odio de clases, el afán de atesorar y oprimir en unos y el de vengarse en otros, advierte, “se ha cristalizado en dos formas agudas: una tiende a la destrucción de las clases cultas, al nivelamiento económico, al rebajamiento de un comunismo absoluto; y otra, excrecencia de la codicia, insania o perversión de algunos millares de vampiros, para quienes la dignidad, la libertad, la independencia, la sangre misma de las naciones son materia prima para fabricación de dólares”.
Y sí. Ya sé que esta fórmula nos suena por demás conocida y actual. Pero Masferrer iba más allá. Todo ello, aseguraba, estaba conduciendo al país hacia el odio de clases, el rencor, la organización de los que ya por aquel entonces estaban preparando el día del desquite.
Y el desquite llegó. No una vez, sino varias a lo largo del siglo pasado. Llegó en enero de 1932, cuando cientos de indígenas se tomaron Sonsonate y mataron a machetazos al Alcalde y otros "notables", y saquearon almacenes. (Demás decir la forma brutal en que fueron reprimidos en consecuencia.)
Y llegó de nuevo a mediados de los setentas, y a finales de la misma década, y en enero de 1980, y a mediados de los 80´s, y en noviembre de 1989, cuando la capital fue atacada desde diversos puntos por grupos armados que durante más de una semana tuvieron a la ciudad en zozobra, paralizada y evidenciaron que la lucha iniciada en 1932 no estaba olvidada, y que la guerra de los setentas y ochentas no estaba perdida, y que no se encontraban en desventaja frente al ejército.
“Y cuando llegue (agrega Masferrer) —que será cuando los de arriba hayan agotado los medios de opresión y de represión—, tendremos el mismo desorden, la misma construcción malvada y estúpida, en que sirve de cimiento el esclavo y de coronamiento el señor”. Y también llegó este agotamiento de medios, y los de arriba se vieron obligados —con todo y el ejército que habían construido, fortalecido y especializado— a sentarse en una mesa de negociaciones y escuchar las demandas y prometer el cumplimiento de ciertas básicas que garantizarían el “mínimum vital” de un pueblo sufrido y resurgido de lo más hondo del caos.
Pero no las cumplieron. Ni un bando, ni el otro. Los “darwinismos comprendidos idotezcamente con su doctrina de la lucha, de la supervivencia del más apto, que viene a ser, según el criterio del egoísmo, el más ávido y descorazonado”, volvió a hacerse presente. Y el “mínimum vital” (tabla de salvación en el naufragio de la codicia extrema, según Masferrer), que si bien no es un estado ideal, al menos según el autor, era lo factible, lo sencillo, quedó en el olvido.
“El nuevo camino real, la vía ancha y clara del amor, a dónde los hombres, un día volverán”, quedó otra vez perdido en algún recoveco de nuestro andar, condenándonos así a caminar en círculos por quién sabe cuántos siglos más.
Conmovedora es pues esta obra de este pensador salvadoreño que remeció en su momento a las clases pudientes, que se vio exilado de su patria, no por plantear cosas extremas, sino más bien moderadas, pero que, sin embargo, resultaban demasiado riesgosas para algunos e insuficientes para otros.
Un tanto ingenuo, sí, porque partir del hecho de afirmar el amor como base de la conducta humana, es ir contra la historia y contra todo lo que nuestros países tienen que contar. Interesante, sin embargo, porque antes de que nuestro pequeño país convulsionara en violencia y sangre, él lograba ver un futuro lleno de odio y separación en una nación que, hoy por hoy, es el segundo país más polarizado de Latinoamérica después de Chile.

8 jul 2009

Joaquín Villalobos: otro personaje en el tintero

Joaquín Villalobos, un hombre joven al inicio de la guerra, es otro de esos personajes con los que uno se encuentra a lo largo de la historia salvadoreña y que lo marcan para siempre, y sobre los cuales uno se jura volver para convertirlo en un personaje de alguna novela.
Máximo dirigente del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) durante los 80´s, intelectual durante la paz, participe de acciones que a cualquiera pararían el pelo, vive hoy en Inglaterra y trabajaba para la Universidad de Oxford, según tengo entendido.
Él pues, ha escrito uno de los mejores artículos que he leído sobre lo que la crisis en Honduras representa para nosotros: "De nuevo las repúblicas bananeras". Pueden leer aquí la versión de El País (España).
En esta foto, que supongo fue tomada durante una de las rondas de negociación de los acuerdos de Paz a inicios de los 90´s, aparece la comandancia general del FMLN (Frente Militar para la Liberación Nacional Farabundo Martí), que fuera la guerrilla salvadoreña, ya sin sus trajes de camuflaje y fusiles, siendo estos: Eduardo Sancho, Joaquín Villalobos, Francisco Jovel, Salvador Sánchez Cerén (actual vicepresidente de El Salvador) y Schafik Handal (tío de mi marido, ya fallecido y uno de los líderes de izquierda más importantes de El Salvador).
Prometo (me prometo) hacer próximamente un buen post sobre Villalobos, sin duda, un personaje interesante y poco comprendido en El Salvador.

8 jun 2009

Reporte de un país en efervescencia

Y volví a ir a El Salvador. Dos veces en una semana es poco común para mí, pero había que hacer un par de trámites y revisar un par de cosas.
Una semana después de la toma de posesión del Presidente Funes, las opiniones siguen obviamente parecidas, salvo dos o tres cosas nuevas: la derecha ha incrementado los ataques y sus argumentos —hoy por hoy— tienen poco o ningún fundamento, y la izquierda ha comenzado a realizar también sus críticas.
El tema de la “meritocracia” es de los más controvertidos. El asunto pasa por el cuestionamiento que se le hace al Presidente Funes sobre su nuevo gabinete y demás directivos de dependencias nacionales. Que si es el mérito lo que habría de contar para los nombramientos, que porqué ha designado a personas abiertamente reconocidas como sus amigos/padrinos/patrocinadores para diversos cargos.
El tema del Coronel David Munguía Payés es otro que ocupa varias páginas de los periódicos. Y es que así, a grandes rasgos, la controversia se desata en este caso porque dicho militar —hoy Ministro de Defensa— fue reincorporado al ejército luego de estar de baja durante varios años. Y es que García Payés abandonó el servicio militar luego de que el entonces presidente Armando Calderón Sol le denegara injustamente —según dicen— su ascenso a general, razón por la éste se convirtió en un crítico acérrimo de Arena y sus gobiernos. La polémica se da entonces porque, según parece, un sector de los militares lo apoyan, mientras otros no desean darle ni el beneficio de la duda. Obediencia y disciplina, dicen algunos.
La Primera Dama, Vanda Pignato, por su parte, comenzó ya el proceso de petición de cuentas de las secretarías que ahora pasarán a su cargo. Ella, fiel representante del plan de austeridad de Funes, ha sacado a la luz varios gastos innecesarios del gobierno anterior, como una plasma gigiante “para ver videos”, un jacuzzi en la casa de una las secretarías, entre otras cosas. Claro que hay quienes piensan que es puro show y que el tal plan de austeridad es pura pantalla y están más indignados porque Funes no quiso prometer premio a los jugadores de la Selección Nacional que el sábado le ganaron a México 2 a 1, que por las irregularidades descubiertas.
Lo del juego también merece ciertos comentarios. Como por ejemplo la actitud agresiva que adoptaron varios salvadoreños en contra de los mexicanos. Dicen que todo vino a raíz de que un presentador de ESPN insultó a El Salvador llamándolo país insignificante y número 100 de la FIFA. En respuesta, varios asistentes al estadio llevaron pancartas insultando al presentador que luego del partido se daba golpes de pecho, y otros colocaron mascarillas (en alusión a la gripe porcina) incluso a los ya famosos bustos de “los gordos” (próceres independentistas) ubicados en la Autopista Sur de San Salvador. Valga decir que tales bustos no son producto de un escultor negligente, sino que basta ver los grabados que de tales personajes se conservan para darse cuenta que, o eran gordos, o qué mal dibujaban en aquel entonces.
El caso es que a raíz de las agresiones que los jugadores mexicanos recibieran en tierras salvadoreñas (tales como haber hecho imposible escuchar el himno de aquel país del norte, debido a los silbidos que durante el mismo se emitieron en el estadio), ahora los periódicos mexicanos están llenos de insultos y amenazas a muerte contra cualquier salvadoreño que se le ocurra cruzar tierras mexicanas. Pero cuando digo amenazas, me refiero a verdaderas manifestaciones de odio racial. En fin, el que dijo que la violencia engendra violencia, lo dijo por pura experiencia. Pan y circo, no cabe duda.
Pd.: Casi se me olvida el caso Tórrez, un tipo importante dentro de la dirigencia de Arena (partido que gobernó El Salvador durante 20 años consecutivos) a quien hace pocas semanas le descubrieron haber pedido $500 mil a Roberto Silva (ex diputado acusado de lavado de dinero y supuesto autor intelectual del asesinato en Guatemala de tres diputados del Parlacén) para limpiar los cargos judiciales que se le imputaban. Resulta pues que Tórrez se suicidó a menos de 24 horas de que Funes hubiera tomado posesión en el cargo, frente a su casa, en uno de los residenciales principales de la ciudad, de un disparo en el pecho.

2 jun 2009

Sobre los tibios y sobre la esperanza roja

Llegué el viernes, una hora después de lo esperado. Los buses desde Guate, contrario a lo que se cree, son muy lentos y toma aproximadamente 5 horas cruzar el trecho entre ambas capitales. Aunque le dan a uno comida y bebidas, el mareo hace poco agradable el viaje y casi imposible leer durante el mismo.
A mi llegada, casi de inmediato pude darme cuenta que la expectativa con relación a la toma de posesión de Funes era generalizada.
Los que eran de izquierda se encontraban positivos.
Los de derecha, pues negativos y muy críticos a todo. Respecto de la esposa de Funes especialmente —la brasileña Vanda Pignato, abogada, doctora en derecho internacional, amiga personal de Lula da Silva y ex activista del partido comunista brasileño— escuché muchos comentarios. Esto último es explicable debido a las diferencias culturales y, sobre todo, dados los altos niveles de misoginia que aún existen en nuestro país, donde, para ser una mujer aceptada y “bien” hay que ser “modocita”, primorosa, calladita y —sobre todo— no pensante. Y no es por defender a la primera dama, sobre la cual sé muy poco, pero lo visto hasta ahora y en base a su preparación, podría decir que es una mujer que tiene todo para salir avante con la Secretaría de Inclusión Social (antes Secretaría Nacional de la Familia, fundada por Margarita de Cristiani) que le ha sido asignada. Al menos se trata de una mujer preparada, que cuenta con una formación intelectual y una postura política que, aunque pueda o no estarse de acuerdo con la misma, ya la hace una persona de ideas e ideales, ambas cosas indispensables para la toma de decisiones.
Sin embargo, existe un tercer grupo. Grupo nacido del hastío y la desconfianza. Del deseo de darse un chance y ver “qué pasaría sí”. Un grupo, otrora diminuto (tomando en cuenta la alta polarización de la sociedad salvadoreña), hoy ampliado, quizás perteneciente a la clase media: intelectuales (antes de derecha hoy en proceso de redefinición), gente trabajadora, profesionales, personas con cierta educación y muy críticos frente a la realidad. Esos que quizás no votaron por Funes, pero que ahora que está ahí y su toma de posesión era inminente, han decidido darle el beneficio de la duda y esperar.
Y es que este sector entiende que si Funes no cumple sus promesas, todo se iría al carajo. Pero también saben que Funes al menos representa una posibilidad de que las cosas cambien y que Arena representaba en sí misma la imposibilidad de renovación.
Creen, o quieren creer, que Funes no va a darnos la sorpresa de “izquierdizarse” luego de haber ganado una campaña con base en su centralidad. Quieren creer que El Salvador bien podría ser —¿porqué no? — una especie de Brasil sin petróleo, con escasos recursos, sin tierra, sin nada, pero con los deseos de encontrar esa fórmula mágica y hasta antes de Lula no probada, en la cual convive la conciencia social junto al desarrollo económico.
Escuchaba ayer el discurso de Funes (que por largo da ciertos parecidos que por ahora no quiero mencionar) y pensaba que se trata de una posición bastante coherente, bastante meditada y bastante posible. Que si lo van a dejar gobernar, que si el FMLN y Sánchez Cerén asumirán el verdadero mando del Estado, que si fue confrontativo y que si unas cosas son las palabras y otras los hechos, puede ser. Sin embargo, hoy por hoy, al menos, se tiene una esperanza (lo paradójico es que es roja y no verde) que antes no se tenía. Lula fue también producto de una esperanza, y por lo dicho por Funes, pareciera ser que seguirá su fórmula. Esperemos pues que le alcancen las fuerzas, el tiempo, las palabras y las buenas intenciones, porque la labor no es difícil, sino complicadísima a la enésima potencia. Esperemos pues que, como el mismo Funes dijo en su discurso, diez años puedan convertirse en veinte.

15 may 2009

Benedetti, Dalton y un poema

Ahora que he estado hurgando entre las obras de Roque Dalton, encontré este poema que me parece fantástico y que apareció en Taberna y otros lugares (Casa de las Américas, Cuba, 1969). Se los transcribo sólo para que, los que lo conozcan, lo disfruten de nueva cuenta. Y los que no, pues ahí está la ganancia.
También les dejo un video de un poema hecho por Benedetti para Dalton (verlo -que es una manera de "leer" su obra- es buena forma de homenajear al poeta uruguayo según Saramago) y una entrevista del mismo también a Dalton.


El Descanso del guerrero

Los muertos están cada día más indóciles.
Antes era fácil con ellos:
les dábamos un cuello duro una flor
loábamos sus nombres en una larga lista:
que los recintos de la patria
que las sombras notables
que el mármol monstruoso.
El cadáver firmaba en pos de la memoria:
iba de nuevo a filas
y marchaba al compás de nuestra vieja música.
Pero qué va
los muertos
son otros desde entonces.
Hoy se ponen irónicos
preguntan.
Me parece que caen en la cuenta
de ser cada vez más la mayoría!

16 mar 2009

Así sea...


Hoy voy a hablar de las elecciones en El Salvador, tema que me ha tenido ocupada todos estos meses y sobre todo el día de ayer. Y he querido hacerlo hasta hoy, cuando ya todo está dicho y ya no existe la opción de inclinarse por nadie. No me interesaría hacerlo de otro modo, en realidad.
Puedo decir, sí, que ayer fue un día histórico. No histórico porque haya ganado éste o aquel, sino porque estoy convencida que es ahora cuando se comenzará a escribir la verdadera historia de El Salvador.
Porque la alternancia en el poder no es sólo cambiar de rostro cada 5 años, sino también el cambio de mentalidad, de tendencias, de opciones, de posibilidades. Se trata de un cambio verdadero en que las líneas del anterior gobierno no tengan que ser seguidas a fuerza, aunque sean malas, porque hay un partido que se encarga de imponerlas.
Histórico también porque la gente se dio cuenta de que sí es posible expresar de forma válida su adscripción a otro partido, por mucho que se haya dicho que nos llevará a ser “otra Venezuela”. De eso se trata la democracia: de poder decir hoy día que se simpatiza con la izquierda y mañana cambiar de opinión. ¿Y qué?
Se trata a su vez (y eso sí se echó en falta) de tener opciones de centro, y no verse obligado a votar por la “derecha recalcitrante” o por la “ultra-izquierda”.
Se trata además, de cosas tan sencillas como poder expresar en Facebook, blog, mails, diarios, vía telefónica, televisivamente, sus preferencias partidistas o políticas, y no por ello quedar tachado de “izquierdoso”, “comunistoide”, “fascista”, “vende patria”, etc.
Porque si ustedes han seguido la propaganda, y no me refiero a la hecha por los partidos, sino a la desplegada por particulares en sus medios (Facebook el más), ha sido impresionante el derroche de agresividad, de odio, de polarización y de intolerancia que han mostrado. He visto familiares debatirse públicamente en torno a Dios o rogar al "Altisimo Señor sacramentado" porque no permita que el país caiga en manos de “esos que no creen en ti”. He visto a gente ser insultada por haber manifestado que ya era tiempo del cambio. He leído discusiones sin sentido donde, amigos de años, se declaran indeseables uno con el otro por atreverse uno de ellos a cuestionar el sistema de gobierno. Y he visto también la soberbia con que los perdedores no han querido asumir su derrota.
Da pena... Da pena que tras tantos años de guerra y otros tantos de “paz” no hayamos querido entender la lección. Porque es más cómodo, porque creemos que cerrando los ojos o guardando silencio las cosas no existirán más.
Pues bien, los fantasmas no se marchan hasta que se les ha mirando a los ojos, y tras dos décadas de disimulo, es obvio que el dolor regrese con más fuerza.
He confirmado entonces mi conclusión de que a El Salvador le vendrá bien este tiempo de cambio. Un cambio que debió haber sucedido a mediados de los 90´s. Y le vendrá de maravilla porque las actitudes que he descrito no denotan nada más que inmadurez política, una inmadurez que no ha hecho más que polarizar a la sociedad y hacer imposible el diálogo.
Acabo recién de hablar con alguien por teléfono y me contó que en la Santa Elena los vendedores de automóviles habían guardado sus modelos de exhibición en caso de “violencia”, pero que claro, que como habían sido “esos” los que habían ganado, ¿qué violencia iba a haber? Esta persona, yo creo, no se dio cuenta que ya nuestra muy particular Edad Media terminó.

15 nov 2008

Cristiani reloaded: 19 años después

Hay cosas que en mi país (El Salvador) suenan a blasfemia, como enjuiciar a un expresidente. Más al “Presidente de la Paz”, Alfredo Cristiani, que durante muchos años fue elevado casi a los altares, al menos en mis círculos.
Recuerdo bien cuando el periodista uruguayo de CNN, Jorge Gestoso, lo entrevistó y “se atrevió” (según muchos) a acusarlo en vivo de varios actos de corrupción. Difícil será olvidar la cara enrojecida de Cristiani y su evidente molestia-vergüenza al no poder esbozar una defensa coherente. Y es que ya desde esos años era prohibido en El Salvador cuestionar al gobierno, como si de cuestionar a Dios o a los padres se tratara.
Y en una entrevista de 1998, Jorge Gestoso con relación a la pregunta “¿Cuál fue el personaje más difícil que le tocó entrevistar?”, contestó: “Tuve una situación muy difícil después del reportaje al ex presidente de El Salvador, Alfredo Cristiani. Cuestioné el tema de las violaciones a los derechos humanos y la reacción fue inesperada. Lanzaron una campaña en mi contra: en la segunda vuelta electoral, invitaron a toda la prensa a no seguir mis pasos. Volví y viví una situación de lo más hostil. El sucesor de Cristiani no me atendió."
El 13 de noviembre, a 19 años del asesinato de los jesuitas el 16 de noviembre de 1989 (hecho sobre el cual conté anteriormente en este post) la prensa ha anunciado que la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDHE) y el Centro para la Justicia y la Responsabilidad (CJA) de California presentarán una demanda ante la justicia española (nacionalidad que por nacimiento ostentaban 5 de las víctimas asesinadas) en contra de Cristiani (presidente de El Salvador entre 1989-1994) y 14 militares miembros del alto mando durante la fecha en que los asesinatos fueron cometidos, en el marco de una ofensiva militar lanzada por el FMLN a la ciudad de San Salvador, y que nos tuvo sumidos a los capitalinos en una tensa situación durante varias semanas.
A Cristiani se le acusará de encubrir los crímenes, que son calificados como de lesa humanidad, que a diferencia de los comunes, jamás prescriben y pueden ser perseguidos por tiempo indefinido.
Vamos pues a seguir este proceso que, a lo mejor, arroja luz sobre lo ocurrido verdaderamente aquella madrugada que para mí reviste uno de los recuerdos más angustiosos y que creo que, personalmente, me hizo abrir (a los 16 años) los ojos a una realidad hasta entonces lejana y ajena. Los salvadoreños, sin duda, merecemos comprender y entender nuestra historia, para que así, tal vez, podamos ir dejando de lado la polarización en que algunos –de forma muy conveniente– nos han tenido sumidos durante varios años.
Pd.: Ixquic colocó en su blog Xibalbá la querella a que hago referencia, y que se compone de 160 páginas, misma que pueden ver aquí. También pueden encontrar un interesante análisis de su parte y comentarios atinentes.

27 may 2008

Mis 80´s en El Salvador

La guerra comenzó un día de un año en que yo aún no tenía conciencia. Debió haber sido el mismo año en que murió la abuela de mi papá (1978). Sin embargo fue éste y no el inicio del conflicto armado, el evento que marcó nuestras vidas por aquel entonces.
Nadie en mi familia hablaba de los disturbios. Era una realidad que ni sentían que les correspondiera, ni les interesaba. Y de la misma forma vivimos el resto de la guerra.
Más de 10 años de bombas, apagones, tensiones políticas y sociales no hicieron que una familia cambiara sus rutinas. No había necesidad, la guerra se peleaba en la montaña. Era algo incidental al que no había que prestarle demasiada atención, “sólo tomar las precauciones del caso”.
Recuerdo las portadas de los periódicos de esa época: muertos semidesnudos, en su mayoría sucios y desgreñados, como si en lugar de haber muerto por disparos hubieran sido sacados de un río revuelto. Ahora entiendo que era el impacto de las granadas o las bombas.
También había un noticiero, COPREFA (¿?), donde cada domingo por la noche (buena forma de terminar la semana) se informaban las bajas causadas a la guerrilla y la fuerza armada. Siempre, sin excepción, las bajas a la guerrilla eran mucho mayores en comparación con las que ésta ocasionaba al ejército. Era una relación de 100 a 1. Entonces, con mis diez años, pensaba que los guerrilleros debían ser muchos, ya que los mataban por montones y jamás se acababan.
También recuerdo la indiferencia con que leíamos sobre los muertos y los desaparecidos (si es que se les daba ese status) que se reportaban en los diarios.
La violencia nos había insensibilizado, no hay duda. Pero también era necesario. Haber vivido en una sociedad tan violenta, como fue El Salvador de los años 80, no habría sido posible sin este mecanismo de desconexión. Sin embargo, y esto es lo penoso, creo que aún existen muchos que permanecen con el control apagado.
Somos los mismos que no tuvimos vela en el conflicto. Que no elegimos ser de la guerrilla y no teníamos parte en el ejército.
Somos los mismos que preferimos mantener los ojos cerrados a una guerra que nos era ajena, porque tampoco entendíamos las causas, ni nos interesaban. No era nuestra guerra. “Únicamente” era nuestro país, pero ¿qué se le iba a hacer?
Somos la generación para los que Morazán, Chalatenango, el río Torola, son nombres que aún nos suenan a Vietnam. A sitios prohibidos donde no se iba. A sitios que quedaban tan lejos, tan lejos, que preferíamos viajar el doble hacia Guatemala.
Somos la generación que se horrorizó con la matanza de la Zona Rosa, pero permaneció impávida ante la matanza (cien veces más atroz y con cientos de muertos más) de El Mozote.
Somos la generación que no leyó a Roque Dalton —“el” poeta salvadoreño— porque el Ministerio de Educación de ese entonces lo había prohibido. Y si leímos a otros (Álvaro Menéndez Leal, por ejemplo), fue porque sus obras podían ser interpretadas a conveniencia del maestro.
Somos la generación que estudiamos el marxismo como una teoría económica, que al final de cuentas ni funcionaba y estaba ya pasada de moda.
Somos la generación que vio a Estados Unidos como un salvador, porque enviaba más de $1,000,000 diario para destruir nuestro país y nuestra gente.
Somos la generación de la clase media salvadoreña que aún no quiere abrir los ojos y mirar en lo que nos hemos convertido: en la misma clase media que no quiso saber nada de nada, y que por lo mismo, no nos fue posible madurar.

5 may 2008

Jimmy Swaggart y la guerra en El Salvador

Denise, que siente especial atracción por los temas religiosos, posteó en su blog el video de Phill Collins “Jesus, he knows me” y un link a wikipedia acerca de Jimmy Swaggart. Lo que leí ahí, me sorprendió.
Debajo de la página mencionada, aparece un link del periódico El País, el cual hace referencia a un visita realizada por Swaggart a El Salvador en 1987, habiendo llenado el Estadio durante tres días consecutivos, durante tres horas en cada ocasión, habiendo asistido más de 35 mil personas en total.
Yo, aunque tenía ya trece años en ese entonces, no recuerdo ese evento en particular, pero sí tengo presente la imagen de este hombre, vestido con saco y corbata, con inmesos anteojos “fotogray” —muy de moda por aquel entonces— y cabello tostado, pulcramente peinado, orando con ademanes exagerados e invocando cuanta cosa pasara por su cabeza. Creo que por ello lo dejaba un momento —siempre le he dado dos oportunidades al zapping y más si la escena que alcanzo a ver en 5 segundos logra despertar the Twilight Zone que llevo dentro— y "el concepto" (porque lo es, casi como una franquicia) jamás se borró de mi cabeza.
Pero lo que no sabía en aquel momento, era que dicho programa no era uno más de tantos. No se trataba de un inocente programa evangelizador (como tampoco lo fue Club 700), sino de toda una estrategia de adoctrinamiento ideológico, fraguado entre el gobierno salvadoreño (el del democrata cristiano José Napoelón Duarte) y el estadounidense (del republicano Ronald Reagan), mediante el cual se constreñía a las clases sociales medias y bajas (porque las altas han sido, son y serán por siempre católicas, romanas y apostólicas, porque eso es ser “gente bien”) a abstenerse de intervenir en asuntos de política.
Cabe recordar que por aquellos años (los de la guerra civil 1978-1992) la iglesia católica salvadoreña había adoptado una —en aquel entonces vista como radical— posición de optar por los pobres, y tenía escandalizados a todos. Los feligreses estaban entonces convirtiéndose al comunismo, y más que aceptar a Dios, como decía Swaggart, aceptaban su compromiso social. No fue aislado el caso de la señorita de “buena familia” que de tanto ir a catequizar al interior del país terminó por hacerse guerrillera, oreja o al menos simpatizante de los grupos de izquierda.(Léase "No me agarran viva" de Claribel Alegría y D. J. Flakoll.)
Entonces nuestros gobiernos (porque ocurrió lo mismo en toda Latinoamérica; de hecho Swaggart venía del Chile pinochetista cuando llegó a El Salvador en 1987, donde había afirmado que el General Pinochet era una bendición para ese país) decidieron hacer uso de lo que años antes había servido como un arma de conquista española: la religión. Solamente que esta vez no sería “por la cruz y por la espada”, sino por convencimiento puro y llano. Los guerrilleros o la oposición eran entonces hijos perdidos de dios. Gente ganada por el diablo para desestabilizar una sociedad donde las cosas eran como dios había querido que fueran desde siempre: los ricos siempre ricos y los pobres pues pobres, pero contentos de serlo y bendecidos por el señor y sobre todo, sin envidias (porque es pecado desear lo que otro tiene).
Cuanta razón tenía entonces aquel pobre hombre de renacimiento, tildado de malvado (maquiavélico para ser más exactos) al decir que el Estado y la religión debían ser dos cosas distintas. Sobre todo en sociedades como las nuestras, donde aún es posible canjear oro por cuentas de vidrio o la esperanza de un más allá, donde no haya necesidad de predicadores o de gobiernos, y donde no existan terroristas que de un solo bombazo nos apaguen la estrellas.

Pd: Años más tarde estallaría una lucha (al mejor estilo de la mafia) entre los televangelistas Jim Bakker (condenado a 45 años de prisión por robo de $92 millones), Marvin Gorman y Jimmy Swaggart, luego que este último destapara escándalos de homosexualidad, pago por sexo y relaciones extramatrimoniales por parte de aquellos, y Gorman contratacara contratando un investigador privado, cuyas indagaciones dieron como resultado un arrinconado y arrepentido Swaggart que, en plena televisión en vivo, frente a un auditorio repleto que lo ovacionó, confesó el pecado de haber sostenido relaciones sexuales con una prostituta. Y para mayores señas, véanse este videito, que es histórico.

14 jul 2007

Libros en El Salvador

Aún so pena de equivocarme, porque ya llevo más de 4 años fuera de El Salvador, mi impresión es que en nuestro país hay pocas opciones en cuanto a la compra de libros se refiere.
Recuerdo mis años “mozos” cuando estudiaba derecho y mi única opción de compra de libros (no de literatura sino de mi carrera) era la Librería de la UCA. Sí, el mismo estante esquinado a mano derecha, donde es tan difícil ver los títulos porque están todos amontonados y algunos son tan viejos que no daban ni ganas de gastar los (en aquel entonces) 150 colones que valían. Las opciones de comprar literatura eran también reducidas. Mis primeros libros los leí en el colegio, y la mayoría me los prestaban ahí, ya que tenían un sistema de “reciclado de libros” que en ese momento fue una ventaja… A la larga no, porque simplemente uno nunca “posee” el libro que lee. ¿Qué socialismo puede ser peor que ese? Así que nunca supe dónde se compraba El Mío Cid, Andanzas y Malandanzas (o del chucho Nerón), Doña Bárbara, Cien Años de Soledad, La Celestina, La Ilíada y la Odisea, etc.
No fue si no hasta con la aparición de La Casita y Punto Literario que la cosa pareció comenzar a mejorar. La variedad en ambos lugares iba en aumento. Uno podía (cosa que antes no pasaba) estarse horas revisando títulos, viendo portadas, oliendo el papel y la tinta de libros muy lindos. Porque eso sí tenían —Punto Literario sobre todo—, traían sólo las mejores ediciones… lo cual daba como resultado que los precios fueran elevadísimos. Ahí compré El Mundo de Sofía y varios de Brian Weiss (¡sí lo acepto, soy culpable! No, nunca pude verme en otras vidas, aunque tengo una amiga que dice que ella pudo regresar a otras vidas y en una se vio como negro gigante en una isla…en fin). Supongo que los precios también se disparaban por los impuestos y porque de alguna forma habría que mantener el restaurancito que terminó por ser punto obligado para todos los que por aquella época andábamos sedientos… no, no de cultura, sino sedientos de verdad y queríamos vivir la emoción de un San Salvador cosmopolita. El resultado fue obvio: Punto Literario cerró al par de años, si es que no antes, no recuerdo. Pero fue un buen intento. Digamos que Punto Literario fue el equivalente a lo que aquí en Guatemala es Sophos, el error fue haber sido tan caros y "exclusivos".
En cuanto a La Casita pues no puedo decir mucho. Sí compré ahí varios libros, pero no recuerdo. No sé, el ambiente no invitaba a sentarse y leer, o al menos ojear un libro. Tenían muchos, no todos los que se hubiera querido, claro, pero más de los que tenían otras librerías.
También estaba La Ceiba, de quien desconozco si realmente es editorial, en el sentido exacto de la palabra, es decir: no sé si editan. Tienen algunos títulos, algunos libros interesantes, pero no mucha variedad.
Finalmente (como todo estudiante vuelve a su “alma mater”) la Librería de la UCA es hoy día mi lugar obligado de visita cada vez que voy a El Salvador. Ahí me paso un par de horas revisando con el cuello adolorido (porque sí qué cuesta leer títulos así de ladito), y siempre encuentro cosas interesantes. Sobre todo en el estante de UCA editores (a mano izquierda enfrente de la entrada), que aunque sus títulos parecen limitados, siempre dan sorpresas. La última vez encontré mucha obra de cuentistas salvadoreños, algunos viejitos otros más nuevitos, como Jacinta Escudos y su “Contra Corriente”.
Sanborn´s abrió también con una buena dotación de libros (la comida es horrible eso sí), que más que ser mucha está bien seleccionada. Es casi como la biblioteca que uno quisiera ver de entrada en toda librería. Que son caros, sí lo son, pero díganme ¿en dónde, antes de eso, habrían podido encontrar en El Salvador los dos tomos de los cuentos completos de Julio Cortázar?
Total que si bien es cierto que en El Salvador hay opciones de compra para el que tenga dinero, el que no lo tiene se lo lleva la Chicago Rock. Los libros son caros y cuesta encontrarlos. Tampoco hay como pedirlos (La Casita creo que sí trae por encargo). Así que supongo que Amazon podría rescatar a muchos, pero siempre existe el inconveniente de la traída, que muchas veces resulta más cara que el libro mismo, y que si no se tiene un P.O. Box (como es mi caso) el libro pues se tarda años.
Así que si ustedes saben de otros lugares para comprar libros en El Salvador, buenos bonitos y baratos, pues pasen la noticia no más, que aquí se anda necesitando.

22 mar 2007

Recuerdos de Infancia

Hace mucho no revivía estas cosas. Cuando se es niño se encuentra siempre la forma de aplacar estos sentimientos, y sin embargo, todos somos herederos de la guerra.

8 oct 2006

De cambios y otros dolores

Posted by Picasa Esta semana fui a El Salvador. Después de mucho y de muchas cosas. La última vez que dejé mi país, jamás creí que me costaría tanto volver. Y es que a veces las cosas se complican. La vida nos da vueltas y giros inesperados. Sentí tristeza. Pensaba en que la última vez que había pasado por esta calle o por este puente, estaba muy lejos de ser quién ahora soy. También la gente que es importante para mí era otra cosa. No sé, a veces la vida cierra ciclos. Nos mueve el piso. Y todo nos resulta desconocido.
Claro, hay cosas que nunca cambian. Y esas te hacen sentir que aún queda mucho de lo que fuimos.
Tenía tiempos de no gozar ni de un par de horas para mí misma. Esta vez logré desayunar sin apuros. Casi sin ruidos, porque esa odiosa costumbre de tener el televisor prendido a toda hora está destruyendo el gusto por el silencio. En el restaurante del hotel habían sintonizado CNN. La matanza de una escuela en Pensilvania era la noticia. Y yo no quería saber de ello. Pero por alguna razón, cuando subí a mi habitación, sentí la necesidad de prender la tele y seguir oyendo. Muertos, tragedias y más malas noticias. Es todo lo que pasan los medios. Claro, es lo que vende.
Pude visitar casi todos los lugares que tenía pendientes, y a los cuales no iba… desde antes. Si desde antes de ahora.
Pude ver, aunque fuera por unos minutos a mi antiguo profesor de filosofía. Me dio gusto saber que ha terminado ya con el estudio de las obras completas de Vargas Llosa y Octavio Paz. Luis ha sido siempre fanáticos que estos autores. Lo vi por unos minutos, pero fue un placer. Quedamos de juntarnos la próxima vez a almorzar.
También vi a Ixquic. Me costó dar con su oficina. Y resultó ser la misma donde tantas veces fui a hacer mis horas sociales. Fue como un volver a un tiempo anterior. Volví a sentir las sensaciones que experimentaba cuando era estudiante y creía que el mundo me sería concedido una vez tuviera el título de abogada en mano. No es necesario decir que no ha sido así. Quedamos en ir esa noche con Roberto (antiguo compañero de trabajo y aventuras) a la Luna, a oír el recital de Los Poetas Muertos. Pero todo luego se complicó y no pudimos.
Por aquellas cosas extrañas, revisité el museo de los Mártires de la UCA. La primera vez que fui, la guerra recién había terminado (primeros meses del año 93). En aquella ocasión fui por curiosidad. Esta vez para convencerme. Y vi lo mismo. Pero sentí distinto. Pude ver nuevamente el jadín de rosas donde los mataron. Y fui yo quien terminó contándoles la historia de esa madrugada a las muchachas que, como guías, purgan sus horas sociales. 21 y 19 años tenían, y ninguna conexión con la historia.
Esa noche se oyeron disparos durante horas. Yo la pasé bajo mi cama. A la mañana siguiente los vecinos decían que a los padres de la UCA los habían asesinado en la madrugada. Yo, con mis 16 años y un contexto aséptico, no alcancé a dimensionar lo grave de la noticia. Una hora más tarde, habían, apostados en el techo de mi casa, siete soldados aproximadamente. Con el rostro pintado de betún y fusiles inmensos, llevaban granadas al cinto y muchas, muchas balas. Uno de ellos cargaba una pesada bazuca. Luego de permanecer unos 45 minutos en el techo, nos dijeron que entrarían a la casa. Uno a uno fueron deslizándose por el árbol de almendros (que mi mamá cortó después, no sé si por este incidente). Pero el que llevaba el mortero no pudo con su peso y cayó de espaldas. Las granadas que llevaba (y eran muchas) se desperdigaron por el jardín. Los otros lo ayudaron a recogerlas. Yo las vi rodar como en cámara lenta. Todos los demás estábamos petrificados. Comprendimos, muy bien y en silencio, lo que pudo haber ocurrido. Saltaron el muro de la casa vecina y siguieron su marcha de sustos y apariencias. Luego vino el juicio. La Fuerza Armada los había asesinado. No sé si los mismos, pero sí los compañeros de los que entraron aquella mañana a mi casa.
Hoy, a casi 18 años de eso, siento mucha tristeza por mi país. Pocas cosas han cambiado, y nadie, pero nadie, sigue siendo el mismo. ¿Es eso posible? De pronto entiendo que de eso, justamente, se trata el dolor.