30 dic 2009

2010


No, no es fácil escribir cuando se está enfiestado. Menos cuando se tiene un sol blanco sobre un océano brillante. Menos si una anda emocionada porque va a ver a algunos amigos queridos. Y sin embargo, cuánta falta hace sentarse a ordenar pensamientos.
Hace algunos días platicaba con Hilma lo tediosa que puede llegar a ser la Navidad. Pero más que la Navidad, la compra de regalos (unos obligados y otros por el gozo que produce ver la cara de felicidad de los niños), las carreras, etc. Pero cuando llega el conteo final de un período inexistente -como son los 365 días que tiene un año-, una siente la obligación de ver hacia atrás y sacar las cuentas de lo hecho hasta ese momento: el proyecto que sí se llevó a cabo, los planes que no se hicieron realidad y que quién sabe si se harán el año entrante, la dieta que se rompió, el propósito que (aceptémoslo) jamás fue serio, la gente que se fue, el vicio que no se pudo abandonar, la gente que llegó, los amigos con quienes nunca fue posible juntarse, los libros que se compraron y los que no se pudo, los leídos y los que aún esperan en los estantes, y mil etcéteras más.
Pero ya lo pasado, pasado es. Ahora el cuete vendría siendo el futuro: ¿qué cosas nuevas nos traerá el año entrante? Porque decir 2010 es decir una cifra extraña. Un número que más parece de ciencia ficción (2012 se queda chiquito) y que por otro lado es perfecto por ser una cifra redonda y que, por lo mismo -siendo lo supersticiosa que con el tiempo aprendí que era-, me da miedo.
Uno debe ser positivo, me dijo alguien hoy. Si no se atraen sólo cosas malas.
Entonces, le pregunté, ¿quiere decir que a la gente que le pasan cosas malas es culpable por haberlas pensado antes?
Lo cierto es que en estas fechas sólo se habla de las cosas positivas, de los planes y del futuro. Pero la gente olvida que con el tiempo (si es que éste existe) también vienen cosas no tan buenas.
¿Para qué pensar en eso ahora?, diría esa misma persona. Pues, le respondería yo, para ser conciente de que el año entrante, como fue el pasado, como serán los próximos, no son cápsulas aisladas sino la continuidad de una historia. Una historia que siempre está constituida de cosas buenas y cosas malas. Cosas que en definitiva forman parte de un todo al que llamamos vida, y a la cual no queda otra más que vivirla con lo que venga. Por eso más que desear un buen año a la gente que queremos, deberíamos desearles un año que aporte a sus historias de vida. Un año que haga que lo vivido y lo por vivir, se convierta en una buena historia para ser contada algún día. Carpe diem.

2 comentarios:

Carlos dijo...

Lo interesante es que la cita completa de Horacio es "Carpe diem, quam minimus credula postero". Lo cual, según tengo entendido, significa "Atrapa el día, y desconfía lo más posible en el mañana". Tu post sobre el futuro me trajo ese pensamiento, pero a pesar de eso, yo solo vine a tocar la puerta de tu blog para desearte un feliz año nuevo. Abrazos. Carlos

Unknown dijo...

Exactamente, eso significa. Y es jodido, porque nos obliga a asumir que lo más probable es que sólo contemos con este preciso instante, y en general esa sola idea (por demás existencial) nos angustia. Gracias por pasar Carlos. Recuerdo tu año nuevo del año anterior: lo de incendio y etc., hecho que supongo aún estuvo muy presente en ustedes. Que este año comience con más calma y menos dolor. Un abrazo.