8 nov 2009

Manierismo barroco centroamericano, o de la angustia de la posmodernidad


La teoría del arte dice que para que se produzca una gran obra hay necesidad de un período previo de acumulación durante el cual se tiende a imitar a los grandes maestros. Esto último se conoce como “manierismo”, es decir: hacer las cosas a la manera de.
Pues bien, así me siento yo culturalmente. Estoy en un periodo de acumulación de información, profundización de algunas cosas, conocimiento de otras nuevas y sí, para qué negarlo, también me siento un tanto perdida.
Tres años de docencia universitaria lo dejan a una vaciada. Tres años de repetir ideas que en un momento parecieron nuevas pero que ahora, luego de tanto repetirlas y explicarlas, se van gastando y le van dejando a uno “la placa de convicciones e ideas” como la suela de un par de zapatos viejos. Y entonces hay que botarlas.
Latinoamérica y su crisol de realidades fueron un primer punto de partida. Luego Centroamérica. ¿Quiénes somos? ¿Por qué no es posible saber qué hay debajo de la máscara? Y el horror de descubrir que bajo ésta no hay nada.
Somos pues seres sin identidad, más que la que nos ha venido de Occidente: MTV, las revoluciones marxistas, la música pop, el cine mexicano, la moda gringa, la comida rápida, los programas hechos en serie y sí, como siempre, la religión católica.
Vivimos en una realidad que se destruye y se vuelve a construir ante nuestros ojos: los caudillos de siempre, las clases poderosas, el café que se niega a morir y que aún dibuja nuestros paisajes, las secuelas de las guerras, la corrupción, las maras y el narcotráfico. Se trata pues de un continuo y esquizofrénico entrar y salir de la posmodernidad.
La violencia es quizá nuestro único distintivo permanente. Violencia posindependentista, liberal, oligárquica, guerrillera y del crimen común y organizado.
Y ante tantos nuevos “imputs” que una recibe día con día (valga decir que ya es imposible leer el periódico o ver las noticias mientras se come) siento la necesidad de cargarme con información más actualizada, ya que me está resultando evidente que la que llevo en el disco duro desde hace aproximadamente un par de años, ha quedado obsoleta para comprender mi realidad. En otras palabras ha llegado el momento de prescribirme inyecciones de posmodernidad intravenosa. Dolorosas sí, pero necesarias.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin duda la post-modernidad nos ha resquebrajado a todos, y lo aprendido se nos va quedando obsoleto...

Carlos dijo...

“La violencia es quizá nuestro único distintivo permanente”: Y por, lo tanto, la sobrevivencia, porque como quien dice “aquí caigo y aquí levanto” seguimos existiendo.

¡Hola, Vanessa! Chequeá tu correo electrónico. Al fin logré responderte.

Abrazos.

Carlos

Unknown dijo...

Hola Carlos! Qué bueno volverte a ver por aquí. Ya leí tu mail, gracias por escribir. En breve te haré mis comentarios respectivos. Un abrazo!

Unknown dijo...

Anónimo: todo es relativo... quizás.