9 jul 2008

Mi Paula

La Paula llegó a mi vida cuando yo aún era estudiante de derecho. De eso hace más de 13 años. Mi hermana mayor se había casado y se llevó consigo a nuestra perra rottweiler. Entonces decidí que necesitaba compañía. La busqué intensamente en el periódico. Quería que fuera una coker spaniel, color champagne, como mi Niky, el perrito que había muerto de pulmonía cuando yo tenía 14 años. La encontré en un anuncio clasificado. Había sido una camada de 5 perros, la madre estaba a la vista.
Escogí a la Paula porque cuando nos vio entrar se escondió bajo el sofá. Era tímida, me dijo el dueño. La tomé y la alcé, hubo química inmediata. Tuve que esperar a que tuviera al menos 5 semanas, al cabo de las cuales fui por ella.
La primera noche fue terrible. Lloró desconsolada y tuve que levantarme varias veces en la madrugada para arroparla y darle leche tibia. La segunda nos fue mejor, y pronto la Paula (nombrada así por el libro homónimo de Isabel Allende) se convirtió en un miembro más de la familia.
Su pertenencia a la misma, sin embargo, corrió peligro un par de veces, sobre todo el día que desgarró con los dientes el sofá de la sala de mis papás. “Se va de aquí”, dijo mi mamá. Y yo negocié con mi abuela para que me la hospedara un par de días mientras pasaba la debacle. Hubo que hacer maravillas con el sillón, pues ya no era posible encontrar el mismo tono de tela.
Paula maduró rápidamente. No fue difícil enseñarle el hábito de ir al jardín a hacer sus necesidades, aunque la lluvia muchas veces la disuadía de hacerlo.
Cuando mi ahora esposo me propuso matrimonio, acepté diciendo: Ok, pero somos la Paula y yo. Y así fuimos. La noche que volvimos de nuestra luna de miel la llevamos con todo y su alfombra a la que sería nuestra casa durante los próximos cinco años.
Tiempo después llegó la Diana, una doberman rojo que aún está con nosotros. La Paula la adoptó y ejerció autoridad sobre ella, aún después que la superara en tamaño por más de tres cabezas. La Milka, una weimaraner preciosa de ojos transparentes, hizo también su desfile por la casa. Muy breve, eso sí, porque agredía a la Paula que era la consentida.
Y cuando nos mudamos a Guatemala, recuerdo bien los ladridos que desde la calle anunciaban que el camión de la mudanza había llegado con todo y la Paula y la Diana incluidas.
Mis hijas vinieron pronto, y se apoderaron de la casa. Las perras pasaron a segundo plano, pero supieron ganarse el cariño de mis bebés. Ambas jugaron con las orejas de la Paula, la sobaron despacito aprendiendo a hacer cariño, y le dieron más de algún beso furtivo.
Hoy la Paula, mi Paula, se está muriendo. Ya sus 13 años de vida le pesan más que el cuerpo. El veterinario me dijo que no le queda mucho tiempo, quizá una semana, quizá días. Está dejando que la vida se le escape en los suspiros que ya le cuesta dar. No come. Está yéndose en silencio, como cuando dormía bajo mi escritorio mientras yo me desvelaba hasta las tres de la madrugada estudiando derecho mercantil o procesal penal. Mi Paula ha decidido que ya es hora de cerrar un ciclo. Y a mí me duele, como pocas cosas, pero tiene razón. Ya es hora.
Pd.: La Paula murió hace un par de horas. Preferí llevarla al veterinario y que la pusiera a dormir, en paz, tranquilamente, como se lo merecía. La enterramos en el jardín de nuestra casa.

10 comentarios:

Chicaborges dijo...

Mis perros también han sido miembros de mi familia. Es impresionante como llegan a entenderte y acompañarte. Te mando un abrazote, siento lo de Paula.

Familia Duarte Alas dijo...

Como sabes, he amado a mis perras como lo que son, parte de mi vida. Mis hijos también las han aprendido a amar, y eso es armonía.
Lo único que hay que ver, es que la muerte es aquelo el puente que existe con muchas vidas más y que en la vida, hay gozar con risas aquellos roces que provocan los impulsos caninos y recordarlos como parte del ajedrez de nuestra época, es decir, con gozo y alegría.

Cuando uno se acompaña de alguien como Paula, de más esta decir que la nobleza personificada era ella, yo que la conocí doy fé. Sobretodo cuando se acuestan a tu lado, y con eso te estan diciendo TE AMO

AMIGA TE ACOMPAÑO

Aldebarán dijo...

Que triste pues has perdido a un miembro de la familia, aunque sea la mascota. Creo que lo mejor es que el veterinario les ayude a dar el paso sin dolor.

Lo siento.

Unknown dijo...

Gracias Lorena. Te juro que un perro es tan, tan buena compañía, que uno llega a olvidar que están ahí. Creo que es lo que más me duele, que muchas veces lo olividé.

Hola Karla. Vos conociste a la Paula desde mis tiempos mozos. Te acordás que siempre andaba metida entre la gente en esas fiestas de larga duración y post oficina que hacíamos? Siempre viendo que cachaba y a quién se subía en las piernas... la pobre era hiperactiva... pero en los últimos días se fue quedando quietecita. Te juro que comparo ambas imágenes y me duele un puño.

Gracias Aldebarán. Fijate que es impresionante como uno no realiza que los perros son parte imprescindible de la vida de uno. Hace un rato comenzó a llover, y pensé en ir a ver si ella se estaba mojando. Púchica, va a ser fregado acostumbrarse a su ausencia. Ahí sí que sólo el que ha querido a un perro puede entender.

Unknown dijo...

Vanessa lo siento muchisimo de verdad. Me imagino el gran vacio que sentiras sin la Paulita. Se que estas muy triste ahora, pero todo estara bien, ella esta bien.

Un abrazo,
Angela.

Anónimo dijo...

La eutanasia es una expresión de solidaridad y amor…

Unknown dijo...

Hola Angela. Gracias.

Y sí Carlos, eso pensé: si yo tenía a mi cargo la vida de esta perra y le estaba costando morir, había que agarrar valor para ayudarla. Habría sido una falta de lealtad dejarla sola en este trance, que creo que nadie quiere dar solo, pero que obviamente, representa la soledad más profunda.

Denise Phé-Funchal dijo...

Lo siento mucho, esas compañías son irremplazables.

Unknown dijo...

Gracias, realmente sí los son. Saludos,

Herberth Cea dijo...

Hoy Twister, mi perro dálmata, tuvo una convulsión de la que se recuperó rápidamente. Todos nos asustamos. Él está bien.
Lo siento mucho por la pérdida.