9 ago 2009

Raúl Figueroa Sarti: mi editor, mi amigo.

Cuando recién conocí a Raúl Figueroa Sarti, pensé que era un editor más. Un hombre que publicaba libros para ganar dinero. Con el tiempo, me di cuenta que me había equivocado. Estaba frente a un hombre poco común: un idealista con conciencia de presente y futuro, es decir, un tipo que quería hacer lo que le gustaba y quería hacerlo bien, que trataba con respeto a la literatura y a sus autores.
Cuando finalmente Raúl leyó el manuscrito de mi novela (Los locos mueren de viejos) y me llamó entusiasmado desde Nueva York para decirme que le gustaba y que si yo aceptaba me la publicaba, no dejé de sentir cierta aprehensión. Porque publicar a tu bebé con alguien es algo así como compartir la paternidad y la patria potestad.
Y publicamos.
Cuando, hace algunos meses, se agotó la primera edición de mi novela y hubo necesidad de tirar una segunda, fue Raúl quien me llamó muy entusiasmado para decírmelo. Él pudo, como ocurre con tantos y tantos editores, reimprimir sin decirme nada, obteniendo lucro de mi obra sin que yo, como autora, me enterase o sin que pudiera hacer nada para fiscalizarle.
Hoy día, Raúl, no es sólo mi editor. Es uno de mis más preciados amigos. ¿Por qué? Porque fue un hombre honesto, de cuentas cabales, transparente y de principios muy sólidos.
Me consta, porque lo sé, porque lo he visto, que Raúl es un hombre trabajador, visionario, noble y muy leal. Yo sí que puedo dar fe de ello.
Por eso, quiero que lean una nota escrita por Iduvina Hernández sobre una demanda penal, sin sentido, que le fue interpuesta a Raúl y que, debido mala fe de muchos, ha terminado convirtiéndose en una sentencia de prisión injusta y que nos afecta a todos, porque estos precedentes quedan y a futuro sirven para cometer más injusticias.
Raúl, mi editor, mi amigo, mi consejero, estamos aquí respaldándote y dándote el cariño y el respeto que merecés.
Como te he dicho siempre: Ya verás que de toda esta pesadilla saldrá algo bueno. Un abrazo.
NUEVO INFORME DE UNA INJUSTICIA
En una sala de vistas en el nivel catorce de la Torre de Tribunales, la jornada del seis de agosto de 2009 concluyó con una injusticia que raya en la desvergüenza para Guatemala.
Las juezas, Rosa María López Yumán (Presidenta), Magda Elizabeth Pérez Arana (Vocal) y el juez José Gilberto Castro Linares, quienes integraron el tribunal de sentencia, emitieron un fallo condenatorio contra un hombre honrado, intachable y trabajador: Raúl Figueroa Sarti, representante de la casa editorial F&G Editores.
Las juezas y el juez de dicho tribunal, aceptaron y dieron valor probatorio a la mayor de las mentiras y de las infamias y con ello argumentó el contenido de su resolución que deriva en una injusticia.
Pese a que Mardo Arturo Escobar reconoció que había entregado voluntariamente a Raúl Figueroa Sarti, una fotografía y que le había otorgado permiso verbal para usarla en una publicación, el tribunal desestimó esta aceptación y decidió condenar a Raúl Figueroa, de los delitos de que lo acusa falsamente Mardo Escobar.
Con este acto, cometido contradictoriamente en el edificio de la justicia en Guatemala, se sella el asedio y el hostigamiento a un editor que ha dedicado los últimos quince años a promover a las y los autores guatemaltecos, conocidos y no conocidos, trabajando tesoneramente para mantener la producción editorial en F&G editores. Una casa editorial por la que cada guatemalteco y guatemalteca debe sentir orgullo.
Como ha sido narrado anteriormente, la historia de este drama para las letras en Guatemala arrancó en 2006 cuando Escobar llegó a las oficinas de F&G y mostró un juego de fotos que pidió le fueran impresas. Raúl Figueroa le explicó que F&G no es una empresa impresora de fotos sino una casa editorial y que para ayudarle en la promoción de su fotografía le ofrecían utilizar una de ellas en la portada de un libro que estaba por salir de imprenta. Escobar aceptó la oferta y con ello dio su autorización para el uso de una de las dos fotos que él mismo propuso se emplearan en la portada. El crédito a su autoría en la foto está incluido en la contraportada. Además, Escobar recibió varios libros de la edición de marras, los cuales aceptó y utilizó. En su alegato, sin embargo, mintió al afirmar que supo del uso de la fotografía cuando vio el libro en una vitrina.
Las dos mentiras señaladas, tanto la forma en cómo se enteró del uso de la foto, como la de haber otorgado autorización verbal para el empleo de ésta, fueron desestimadas por las dos juezas y el juez que integraron el tribunal, pese a que ambas constan en el expediente. Prestas y presto, López Yumán, Pérez Arana y Castro Linares, decidieron favorecer a un colega. Puesto que Mardo Escobar trabaja en el juzgado Cuarto de Sentencia Penal, en la Torre de Tribunales y por lo tanto, es compañero de labores de jueces, oficiales y magistrados.Con base en esa relación, seguramente logró amarrar vínculos, al mejor estilo de los grupos parelelos que funcionan en el sistema de justicia y si bien perdió su ambición de recibir setenta mil quetzales de indemnización, pudo mover los hilos de la ley para que Raúl Figueroa fuese sentenciado a un año de cárcel, conmutable a razón de veinticinco quetzales diarios y al pago de una multa de cincuenta mil quetzales, más las costas procesales.
Con esta sentencia, como se afirma al inicio, se cierra el primer anillo del acoso y hostigamiento contra la editorial F&G, distinguida y reconocida internacionalmente no solo por publicar constantemente a autores nacionales sino, porque ha invertido buena parte de su capital en la difusión de materiales esclarecedores de las violaciones a Derechos Humanos en Guatemala.
Este acoso, que duró más de dos años entre amenazas, intervenciones telefónicas y seguimiento, encontró un asidero sistémico en la denuncia de Escobar y la condena de las juezas y el juez que se prestaron a seguir tejiendo los hilos de la impunidad con un nuevo acto de injusticia.
Toca entonces a las y los escritores en Guatemala, alzar su voz para impedir que esta injusticia se consume y apoyar a Raúl Figueroa y F&G editores a conducir las apelaciones necesarias para revertir esta monstruosidad jurídica. A la sociedad guatemalteca en general y en particular a organizaciones sociales, por justicia y derechos humanos, rechazar con energía esta atrocidad que deviene en impunidad ante quienes usan la ley para criminalizar a ciudadanas y ciudadanos honrados y la esconden cuando se trata de proteger a criminales y genocidas.
Iduvina Hernández

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Otra injusticia en la Guatemala de las injusticias!! Qué pena que nada le hagan a los verdaderos delincuentes (narcos, maras, funcionarios corruptos, ladrones, etc., etc.) y a un hombre trabajador e íntegro lo castiguen de esta forma. Da verguenza!!

Unknown dijo...

Es una verdadera injusticia, de plano. ¿Cómo puede progresar la industria editorial, si cada vez que alguien busca hacer algo innovador, aparece gente que desea aprovecharse injustamente de su trabajo? Peor aún, que el sistema judicial lo respalde! Una pena y una vergüenza. Gracias por pasar y por tu comentario.

Carlos dijo...

Hay golpes y golpecitos de estado. Los últimos son múltiples y ocurren a diario. No por eso dejan de ser graves y mezquinos: “Cuatro patas sí, dos pies no” (George Orwell).

Unknown dijo...

Bien jodido realmente. Y cabal, son esas pequeñas cosas las que van serruchando el piso, y cuando sentirmos, no tenemos sobre qué apoyarnos.
Saludos,

Vanessa