25 jun 2008

El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde

Iba al colegio de mi hija. Un par de kilómetros antes de llegar, me detiene un retén. Mi tarjeta de circulación y mi licencia. Se las doy. Me dice el agente que mi licencia está vencida. Me señala una fecha. Efectivamente, dice septiembre del 2005 (¡A la gran…! —pienso. No tengo ni siquiera una excusa pensada). Se acerca otro agente. —Esa es la fecha de expedición, dice señalando unos números color rojo. —La de vencimiento está arriba: septiembre del 2010, agrega. Sonrío. Respiro aliviada. El otro policía también. Un caso menos que remitir. Me desea un buen viaje. Arranco. Un carro que viene a velocidad excesiva me pita. Freno. Intento salir, y otro vehículo me bocina también. No me importa. — A ver si fuera él el que estuviera en el retén y no querría salir a toda prisa, me digo. Me pita la vieja. Le pito de regre. Acelera. Acelero también. —De todas formas el cruce está cerca y lo perderé pronto de vista, pienso. Pero cruzo y el vehículo cruza también. —Hmm, me digo, esto no está bien. Cruzo nuevamente, y el auto cruza igual. Comienzo a sospechar que vamos al mismo sitio. El carro acelera, pasa junto a mí y la conductora acompañada de sus hijos (es lo que más me impresiona) me hace una seña obscena, me adelanta y frena de forma imprevista, lo cual me obliga a frenar de igual forma. Ingresa a la garita del colegio. Le doy alcance en el parqueo. Se baja del vehículo. Me mira con cara de pocos amigos. La reconozco. Faltan un par de metros para darle alcance y noto que me ha visto. No me queda más remedio que bajar la ventana. De inmediato su rostro de furia se transforma en una sonrisa: ¡Hola!, saluda, ¿eras vos? Le correspondo el saludo. Noto que desea que la tierra la trague, y a mí me encantaría que sucediera. —Suerte que nos conocemos, ¿verdad?, la increpo con ironía, sino quién sabe… —Es que vos no te deberías pasar así la calle, me dice riendo. Le sonrío y me despido. Busco un estacionamiento junto a ella y respiro profundo. Siento miedo. El polarizado puede convertirse en un arma homicida.

11 comentarios:

Chicaborges dijo...

Psico on board! Impresionante fiel retrato del personaje de Robert L. Stevenson. Que situación más tensa y desagradable. Igual tené cuidado como hablábamos el otro día la violencia esta allí y como bien decís el polarizado puede convertirse en uarma asesina.
A mi también me paró la policía!! y se te pone la carne de gallina que triste tener asociado a la seguridad como peligro.

Anónimo dijo...

Fijate que yo hago todo lo posible por no manejar. Por suerte tengo condiciones para ello porque tengo fácil acceso al transporte público y mis hijas ya crecieron, así es que ya no tengo que llevarlas al colegio. Además no vivo tan lejos de mi trabajo.

Recuerdo que una vez dejé de conducir durante varios meses, pero un día me tocó ir a traer a una de mis hijas al colegio a la hora pico de la tarde en el auto. De repente, la tranquilidad se me convirtió en agresividad al oír los pitos y sentir la prisa de los conductores en la calle. Es que esas condiciones, mezcladas con la coraza de metal del carro, como que lo transforman a uno en una entidad despiadada. De ahí el “road rage”. De repente las relaciones ya no son entre seres de carne y hueso sino entre entidades metálicas con caballos de fuerza de sobra. Y es peor cuando uno se comporta mal con los transeúntes o los ciclistas por el simple hecho de que uno se siente más poderoso.

Tu nota me recuerda “La autopista del sur” de Cortázar. Es uno de mis cuentos favoritos.

Unknown dijo...

Hola Lorena. Cabal, fijate que hoy le contaba a Hilma (que por cierto conoce a tu tío Ortiz "fanático de El Granada") que ese día vos y yo caminábamos por la zona 1, super trajeadas, y que la gente nos miraba con cara de asalto. Pero más bien es que uno ya anda psicosiada. La sociedad entera está así. Hay como un ambiente de violencia en todas partes, y es fregado, porque a veces, tal como muestran los periódicos, las cosas pueden salirse de las manos.

Hola Carlos. Justo es eso, como que el carro lo envalentona a uno a hacer cosas que de otra forma no harías. Pero fregado cuando las cosas comienzan a subirse de tono. Como que en el carro la agresividad sale a flote, peor cuando se trata de buseros. Y la verdad es que hay tanta gente armada, que lo más cuerdo es mantener la cabeza fría... Saludos y gracias por visitar y comentar.

Anónimo dijo...

Hola Vane, dónde estás?
Te he estado llamando toda la tarde a tu cel. y a la casa de tus papás y nada. Dame una llamadita, tal vez cenamos hoy en la Gran Vía o desayunamos. Yo.

Unknown dijo...

Holaaaaaaaa. Me dieron tus recados, sorry por no llamarte antes. El roaming de mi tel es un desastre y anduve toda la tarde con Inés y Jose, haciendo de todo (entre otras cosas lo de mi pasaporte y ya me lo dieron!!! por fin, pero fue un calvario). Ya estoy en SS, te llamo en un momento. Cualquier cosa mandame un mail, estoy 100% conectada con mi compu. Ahorita voy justo para la Gran Vía, llamame al cel de G. C U there.

El antropólogo inocente dijo...

Poné el nombre de la vieja para que le de pena!!!

Unknown dijo...

jajaja, fijate que lo pensé, pero de ahí me dije que era exponer mucho la vida, jajaja, saludos!

Anónimo dijo...

Una sugerencia: ¿Podrías ponerle una fuente RSS a tu blog para que mi lector capte cuando has publicado un nuevo artículo? Así, te visito cada vez que saqués un post fresco. ¿Vale?

Unknown dijo...

Hijole Carlos, yo pensé que tenía una fuente RSS, bueno, voy a agregarla y gracias por la sugerencia. Saludos,

Anónimo dijo...

difícil la situación, sobre todo poruqe qué habría pasado si hubiera ido armada?

Unknown dijo...

Es que justo eso fue lo que me dio la pálida, fijate. Y aquí es tan fácil tener un arma.